martes, 13 de diciembre de 2011

Una palabra me trajo hasta aquí

Dicen que vivimos en una sociedad donde manejar sistemas de comunicación interactiva es un alimento de primera necesidad. Sino eres un completo desconocido. Un nadie en un mundo sin nadie. De repente la soledad se llena de imprevistos. Y aparecen historias para contar y compartir. Vuelves a ser un punto en la red. Cuando tuve que elegir un nombre a un blog que pretende hablar de sociedad, educación, comunicación y servicios de atención social pensé en aquello que mejor podría definirlo. La diferencia. Construimos desde la diferencia, acordamos desde el dinsenso, creamos desde el conflicto. Y me acordé de Neguá. Un pueblo lejano a Komala que conlinda con Macondo donde la vida es un montón de fueguitos. Arder en la diferencia mientras ves girar el mundo en una montaña.
Para amnésicos, el mundo:

Un hombre del pueblo Neguá, en la costa de Colombia, 
pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. 
Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana.
Y dijo que somos un mar de fueguitos.
El mundo es eso- reveló-. 
Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. 
No hay dos fuegos iguales. 
Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores.
Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas.
Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, 
y quien se acercan, se enciende.

Frio Sol de invierno, 2011.

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